El Pentágono confirmó el jueves el asesinato de Kassem Suleimani, el líder de las fuerzas de élite de Irán.
El asesinato por parte del presidente Donald Trump de uno de los principales comandantes militares de Irán significa la eliminación de un peligroso adversario estadounidense, pero también representa una escalada arriesgada de hostilidad insostenible, que podría tener consecuencias desagradables para el personal estadounidense y sus aliados en el Medio Oriente y más allá.
El ministro de Relaciones Exteriores iraní, Javad Zarif, acusó a Estados Unidos de «terrorismo internacional» y dijo que «él es responsable de todas las consecuencias de su aventurero fraudulento».
Las consecuencias más inmediatas se sentirán en Irak, que durante años ha sido un campo de batalla por la influencia entre Washington y Teherán. Irán siempre ha tratado de expulsar a las fuerzas estadounidenses de Irak, donde permanecieron presentes después de la invasión de 2003, que derrocó al Saddam Hussein.
La línea dura de Trump sobre Irán se ha ganado el aplauso de otros países en el Medio Oriente, en particular Israel, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, que consideran a Irán un enemigo implacable que se esfuerza por manipular la región a su favor.
Aunque la muerte de Suleymani es sin duda una gran pérdida para el régimen iraní, es poco probable que los clérigos gobernantes y sus ayudantes militares no estuvieran completamente preparados para esto.